viernes, 22 de diciembre de 2017

RELATOS DEL RINCÓN HOMÉRICO 2: LETRAS SOBRE BLANCO

Sentía verdadero pánico al blanco. No soportaba hallarse frente a esa superficie inmaculada del papel, porque pensaba que le interrogaba, le exigía un esfuerzo, siempre titánico, de volcar palabras en ese lago albo, en esa especie de purgatorio temporal que va desde la mente al acto físico de escribir. Y sintiendo esto, se le olvidaba que el horror a ese vacío había tomado un nada despreciable cariz de surrealista costumbre.
Las primeras sílabas las oyó del ruiseñor que apoyado en una rama del patio vecino disertaba con melódicos trinos sobre las sinfonías de Mozart. Y su serenata conspicua se derramó por las diferentes calles del vecindario provocando la más sonada aclamación de los mediocres escribanos que también confiaban en ese trino para iniciar sus epístolas sobre los pulcros pliegos de papel. Sólo uno de ellos, que se entretenía en contar libros de sus anaqueles siguió, ignorante del hecho, amasando mentalmente títulos de obras, que, como bibliófilo, engullía con gran deleite. Y pasó la noche, y pasó el día siguiente, y este escribano permanecía inactivo sin poder plasmar una sola letra en aquel pliego retador. Y fue en ese momento justo en el que el último rayo de Sol se desvanece en el horizonte cuando la pluma del artífice se colocó en el tintero y empezó una coreografía acompasada sobre el papel. Componía una hermosa melodía de palabras, palabras y versos que vencieron aquel atávico miedo del autor a la escritura, Y luego, varios libros de los que reposaban prisioneros en sus estantes  echaron a volar y su vuelo derramó letras como lágrimas. Y su fértil llanto cubrió la tierra y empapó de sabiduría las raíces de los mortales, que ya nunca volvieron a tener miedo de las letras sobre el blanco mantel.

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