“EMOCIONES”
de Jesús Hidalgo: La narrativa del sueño.
Nadie
dijo que escribir con pinceles fuera fácil. Hacer literatura iconográfica es
una virtud de la que sólo unos pocos pueden alardear. Representar con el lápiz,
sin escritura caligráfica, emociones y contarlas como si fuera un relato
narrativo, un poema con múltiples matices, es arte difícil y no exento de
problemas técnicos. Y no me refiero sólo a la clásica máxima “ut pictura
poesis”; la obra de Jesús Hidalgo nos lleva a esa dimensión paralela a la
realidad, donde conviven sin problemas las artes aderezadas con la razón, la
armonía del indómito espíritu creativo con el sosegado pero firme criterio
ejecutor de la técnica más depurada.
Sus dibujos nos adentran,
como el mismo titula, al universo de E-M-O-C-I-O-N-E-S. Cada letra de esta
palabra nos empuja a la reflexión con cada cuadro. Esos cuadros se han
convertido en ventanas abiertas a la introspección de su (nuestro)
subconsciente. Por ellas no introducimos como Alicia lo hizo por el hueco de
aquel árbol. Pero si Caroll jugaba matemáticamente con nuestras más profundas
huellas de la mente, las ilustraciones de Hidalgo, recogiendo una buena
tradición pictórica y artística que se desgrana en tendencias que sería injusto
nombrar pues con ello acotamos la riqueza que las sensaciones del observador
puede disfrutar.
Una rosa suspendida en la nada que invertida vierte una
escalera hacia un laberinto. Sobre una tierra cuarteada con el fondo de
montañas irreales se produce el leve espectáculo: el hombre atrapado por su
propia telaraña. Sólo al llegar al centro podrá encontrar la escala salvadora,
(¿aquella escalera de Jacob que unía esta realidad nuestra con la trascendente
quizás?)
Espiritualidad contenida en los trazos, la tenue bruma
que cubre las cosas trascendentes y que solo los ojos más esenciales saben descubrir.
Ese Cristo daliniano que ha bajado de la cruz, es el hombre ante sí, y ante
Dios. En cuclillas reflexiona la importancia de las huellas que abajo se ven
impresas en esa playa de la incertidumbre, frágil destino como ese tarro de
cristal. Ese camino de pies desnudos que lleva al madero ¿es un via crucis del ser humano?
Salta a la vista que Hidalgo no concede lugar a la
gratuidad; el simbolismo y representatividad de sus figuras así lo demuestran.
Están cargadas de mensajes, de una profunda reflexión humana, filosófica diría
yo, que presenta al Ser y la Nada ante los desafíos del ojo actual. Pero todo
ello elaborado con un discurso icónico y visual que nos cautiva los sentidos.
Estos cuadros son una sinestesia continua en pos de una aprensión voraz de la
Belleza. El esteticismo de su obra no se queda agazapado en un onanismo
autocomplaciente, sino que emite pulsiones de instantes que captan nuestras
retinas avezadas. Sólo así comprendemos, sólo así nos emocionamos con esta
pléyade de joyas oníricas. Gracias Jesús por este regalo para el alma.
César Pacheco
Septiembre 2016
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