viernes, 21 de noviembre de 2014


La camisa blanca de la esperanza 

Encerrado en un crisol de pensamientos  el anciano se sacude el polvo de la desidia. Dos  policías arrastran a un activista que reclama con voz estridente una justicia que nunca llega. Mientras en un bar próximo, entre nubes de lo cotidiano y lo grasiento, tres parroquianos escuchan como autómatas el televisor de plasma, donde se ha plasmado el mismo argumento político de los últimos tiempos. Un señor de corbata y trajeado declama intenciones de mejorar el estado de los españoles, y a continuación, un nuevo caso de corrupción. Un intrépido gestor de la res pública ha sido pillado in fraganti cuando trataba de deshacerse de cientos de documentos que le inculpaban.
Las noticias se han convertido en un rosario monótono, letanía de despropósitos de este corral de pícaros, sanchescos estómagos que medraban a la luz del día y en el hospicio de la noche oculta. Los quijotes están en las calles organizando asambleas  con ciudadanos que no llegan a fin de mes y viven del cuéntame y el “qué te contaré que no sepas”, y los famosos se revuelven en su excrementicia vanidad al tiempo que algunos preparan barbacoas, saraos y fiestas de lujo, y otros se enfundan la ropa de presidiarios, pero eso sí con un gran coro de palmeros mediáticos para que quede claro a dónde vamos.

Y el país agoniza entre desahucios a ancianas, informes de capital acumulativo, desconcierto en la banca si no gana, un juego del escondite entre las dos cabezas de león del congreso para ver quién de los dos es menos corrupto, mareas de esperanza en el paraíso alternativo que chocan con la barreras de la inercia de la España de la marcha atrás. La camisa blanca de la esperanza  ibérica se ha manchado de tinta… ¿de qué color es? Sólo el demiurgo de la aurora lo sabe.
CAESAR
Noviembre 2014