sábado, 20 de octubre de 2012

Poesía del olvido. París en la retina

Con una guitarra de cuerdas invisibles el tonto de la calle se animaba él sólo por las noches. Tocaba unos arpegios tan bellos que la hermosa Tristana, la prostituta que trabajaba en frente del hotelucho de mala muerte donde solían yacer juntos, se recreaba imaginando momentos de otro tiempo, con la cadencia propia de un lucero enamorado. Al amparo de vapores humeantes los adoquines se convertían en espejos opacos pero su resplandor hacía juego con las farolas mortecinas del bulevar.
Un organillero cansado y atormentado hace girar la manivela, que deja escapar una melodía machacona y verdaderamente melancólica. Al tonto de la calle no le gusta porque dice que le ha quitado los amaneceres verdes de sus sueños...y se enfadan y se revuelcan, y se lanzan al Sena  para sellar su pacto eterno de músicos argentinos.
Y una embarcación de remeros fantasmas se desliza por el vientre húmedo de París llevando en sus miradas espectrales la resaca de la Historia, y los gritos de rebelión de la Bastilla resuena en los malecones pétreos llenos de musgos. Un avezado turista ha tirado al agua su desilusión, y el tonto de la calle ha bajado corriendo a recogerla para su colección de desilusiones; es tan enorme su apreciado tesoro que lo guarda en las sombras de las torres de Notre Dame al amparo de Quasimodo.

viernes, 19 de octubre de 2012

CRÓNICAS DE VETUSTA 1.

En Vetusta el viento del este trae aromas de caducidad otoñal, pero el estío se resiste a marcharse, se aferra con enconada fiereza a la tierra seca y a mordiscos devora el ánima de los habitantes del solariego poblachón que un día se vistió el traje de ciudad sin cambiar sus adentros.
Los oligarcas vetustienses han bañado su mediocridad en las aguas del Tagus aurifer pero no se han quitado la felonía que los envuelve y han salido empapados de propósitos más mezquinos. Visionarios mercaderes han intentado llenar de nuevo las arterias de la vieja ciudad con aparatos motorizados que rompían sendas pedestre, donde el niño levanta vuelos de palomas y globos de colores. Pero una ola de sentido común ha barrido su absurda pretensión.
Y la ciudad se llena de letanías grises elevadas a dioses oscuros, desempolvando viejas fotos sepias donde las mantillas y uniformes se enseñoreaban por las calles engalanadas, y el pueblo miraba entre la estupefacción y el mudo consentimiento de los que callan ante las tormentas, para luego llorar en el recóndito     cuarto privado ante espejos obtusos.
Vetusta se duerme en los anocheres otoñales teñidos de naranja y sangre...y mañana volverá la rutina a cantar su himno...
Caesar, octubre 2012