PLAZAS PARA JUGAR Y DISFRUTAR, NO PARA APARCAR
Texto del manifiesto que leíamos en el acto del 10 de marzo de 2012 en la Corredera del Cristo de Talavera de la Reina, en defensa de los espacios públicos para el ocio y la cultura, no para aparcamientos.
Vecinos y vecinas de Talavera. Estamos viviendo momentos de
desconcierto, luchas, secuestro de derechos y ataques directos por parte de los
gobiernos de nuestras administraciones que atentan directamente contra las
libertades que como ciudadanos nos hemos ganado a lo largo de la Historia. El mismo
hecho de estar aquí reunidos con la amenaza del subdelegado del gobierno en
Castilla-La Mancha de que este acto es un acto ilegal es ya una de las máximas
expresiones del nivel de coacción que el poder ejerce sobre los ciudadanos que
libre, espontánea y pacíficamente queremos manifestar nuestra opinión sobre el
futuro de la ciudad que habitamos y cómo construirlo con un talante solidario,
más humano y con respeto a nuestro legado cultural.
Este espacio
en el que nos encontramos es una buena muestra del esfuerzo que durante los
últimos 15 años se ha hecho en Talavera para recuperar el entorno histórico y
arqueológico para disfrute y deleite de los vecinos, turistas y foráneos que
viven o pasan por Talavera. Ese esfuerzo ha necesitado de un cambio importante
en la mentalidad primero de los talaveranos, pero sobre todo de la clase
política que le ha costado comprender lo importante que era para el porvenir de
la ciudad tener un patrimonio cultural en buen estado, y con una apropiada
puesta en valor. Costó mucho pero al final se consiguió que el casco histórico
empezara a ser un centro armonizado e integrado, donde no sólo se pudieran
observar y contemplar las murallas o las diferentes iglesias o monumentos. Era
necesario que la arquitectura popular, y doméstica, y las calles, las plazas y
todo el paisaje urbano quedara integrado en un mismo proyecto de recuperación y
revalorización. Resultado de esto es que la peatonalización de determinadas
zonas del casco han aportado una mejora en la calidad de vida dentro del
barrio, y ha ejercido un efecto de atracción paulatinamente reconocido.
Por todo
ello no entendemos que después de tanto esfuerzo realizado por las diferentes
administraciones se piense ahora siquiera plantear volver a situaciones
anteriores que nos recuerdan a aquella ciudad caótica, presidida por un talante
falsamente concebido de la modernidad basada en el uso abusivo del coche por
donde quiera, hasta en los entornos y espacios que deben ser de nuestros niños
y niñas, de nuestros mayores que necesitan lugares de descanso, de nuestros
estudiantes para disfrute y estudio de la ciudad, de nuestros grupos culturales
para el uso como área de esparcimiento y ocio, para el teatro, para el arte,
para el cine, pero incluso también para lugar de mercadeo, donde los propios
comerciantes podrían mostrar sus productos de forma atractiva y lúdica.
Porque las
plazas deben ser espacios públicos en el pleno y profundo sentido de la
palabra; espacios donde la gente, hombres y mujeres, niños y ancianos podamos
usar y disfrutar, potenciar las relaciones sociales, incrementar nuestra
sociabilidad con imaginación, apostar por usos alternativos a los
tradicionales, pero sobre todo evitar que se conviertan en meros instrumentos
para la tráfico, en simples estaciones de vehículos. Si dejamos que los coches
se adueñen de los espacios públicos ¿qué espacio les queda a las personas? Si
permitimos que por decisiones municipales los escasos lugares comunes sean
ocupados por máquinas ¿qué lugar nos queda a los humanos? Las plazas maquinizadas
son plazas mudas, terriblemente tiránicas, donde no se emite ningún mensaje,
son espacios neutros en la ciudad que no aportan y generan nada. Son cadáveres que
arrastramos en nuestro fluir cotidiano sin que nos dejen ocupar sus entrañas
para potenciar nuestro carácter humano y auténtico, construyendo futuro y
utopía…
Ocupar estas
plazas de coches es restar valor a su entorno; es llenar de podredumbre al
continente con un contenido nocivo; es el insulto a la razón y a la
sensibilidad, es como escupir en las páginas de la Historia poniendo al
coche como sacrosanto tótem de la modernidad que se enseñorea y desprecia el
legado cultural de nuestros siglos. ¡Qué mayor desgracia para una comunidad que
olvidar su pasado, ignorar sus raíces y aprender de su historia! Pero no para
no volver a cometer errores, que sin duda lo haremos, sino para ser conscientes
de lo pequeños y grandes que somos; para ser conscientes de que antes que
nosotros ya hubo gentes que empeñaron sus vidas, sus luchas, sus esperanzas en
crear un mundo mejor y más justo…
No a los
aparcamientos en las plazas del Casco Histórico. Rebélate, las plazas de la
ciudad, para las ciudadanos no para las máquinas.
César Pacheco