En un rincón perdido de esa tierra intermedia entre el
oriente y occidente, la Palabra, el Logos, el Verbo se hizo real a los ojos de
los hombres y mujeres de la historia. Se hizo partícipe de su condición humana,
para reforzar con ello la condición divina que todos tenemos. En ese momento,
no conscientes de lo que eso significaba, el mundo seguía su curso para dar
normalidad a un hecho que habría de marcarse en la línea del tiempo. La
voluntad expresada en Amor se impregnó con la dulce armonía de la realidad
caótica. Y en las vertientes más oscuras del alma apareció una luz que dejaba
iluminada las cavernas de la desesperación y la incertidumbre.
Y Dios quiso reconocer que en la aparente necesidad que
siente el ser humano de afirmarse a sí mismo como hombre o mujer, encontraría
la misma esencia divina y trascendente que no sólo interactúa con las cosas de
este mundo tangible, sino también con las más grandes creaciones
inaprehensibles de esta vida: la Belleza, la Armonía, La Paz que nace de la
Justicia y que provoca el equilibrio, La Verdad que subyace a todo y que todos
intuimos, y el Amor, fuerza infinita y poderosa que rompe horizontes y crea
nuevos mundos.
Sí, hoy pienso que la Navidad tiene más sentido, porque
liberada de artificios y trampantojos se descubre bella y auténtica… es el
camino que nos invita a la reconciliación periódica con nuestro fondo divino. Y
ese camino, precisamos de confluir con los caminos de las demás criaturas,
humanos o no, en busca de una sintonía que da completo sentido a nuestra
existencia.
HOY HE VISTO UNA LUZ QUE ALUMBRA LA ESPERANZA…
A todos los amores que conmigo van…
Navidad, 2012