miércoles, 5 de octubre de 2011

EL CANTO DE LOS AUSENTES


(Aquí un artículo que escribí en septiembre de 2010, con motivo de la otra huelga general)
Los acontecimientos vividos en torno al día de la Huelga General del 29-S han suscitados numerosas reacciones desde diversos puntos de vista; desde las institucionales a las puramente personales de los más directamente implicados en la movilización.
Siempre que se produce un evento social de esta índole las partes ejercen el efecto de reacción como respuesta a la acción realizada. Pues bien, yo no voy a ser menos y me lanzo, a sabiendas de que mi opinión y forma de ver las cosas no es la única y por supuesto no pretende sentar cátedra, que para eso doctores tiene la Iglesia entre analistas políticos, sociólogos y politólogos. 
            A mi preocupa la actitud que toma la masa en diferentes momentos de la historia. Como historiador sé bien el papel que juegan los procesos ideológicos cuando después de un ciclo de larga duración se consolidan determinadas formas de pensar en detrimento de otras anteriores o fusionadas con ellas, resultando un nuevo producto que mediatiza las corrientes de opinión.
            En la España del 2010 estamos asistiendo al desgaste de las estructuras ideológicas, educativas, y formativas amen de las económicas, que a mi no me corresponde analizar. Pero esta evolución que en otras circunstancias se podría considerar como normal, no lo es tanto cuando hablamos del cuadro de referencia ética y moral que los agentes del poder económico y político tienen en nuestra sociedad.
Me fijaré para ello en el caso de Talavera: el ciudadano de la clase media adolece ya de por sí de una implicación ideológica en la construcción de la colectividad, y el favorecimiento de la res publica. Curiosamente, viviendo de ella y aprovechándose de los recursos comunitarios que el Estado o las administraciones proporcionan, a la hora de la verdad el individuo acomodaticio no genera ni el más mínimo apoyo a las causas que puedan redundar en una mejora de las condiciones sociales, laborales, culturales o políticas del ser colectivo, entendido como los ciudadanos que tampoco tienen ni recursos, ni derechos, ni deberes, porque simplemente están excluidos del concierto social. La mentalidad fenicia y capitalista del talaverano medio siempre ha sido conservadora en el peor sentido de la palabra. Porque no aboga por el cambio de las estructuras, tan sólo repara o remienda, pero nunca construye para el común de los convecinos. El sector del comercio es paradigmático de esa mentalidad de la burguesía local anclada en perfiles ideológicos y prácticos del siglo XIX.
Determinados colectivos de la ciudad como el de profesionales de la enseñanza y el cultural, además, de los que cabría esperar una implicación en los procesos de liberación social y cultural por su condición intelectual son igualmente obtusos, ejerciendo un absentismo en el noventa por ciento de los casos, y con una falta de presencia escandalosa, como ya dijo en su momento nuestra amiga y siempre recordada Mariví Fernández con el artículo de las sillas vacías. ¿Qué futuro se construye con estos agentes sociales y este potencial humano tan retrógrado? Todavía estoy esperando ver a los que cantan mucho coger la escoba y barrer el escenario. Seguiremos hablando…mientras nos dejen.

César  Pacheco